

¿Por qué cuándo nos surge un problema o una dificultad que trunca nuestros objetivos, lo primero que hacemos es echarle la culpa al mundo de todo lo malo que nos pasa? ¿Por qué no pensamos que quizá es nuestra “tarea” hacer que esa situación cambie y no esperar a que vengan otros a hacerlo por nosotros? Muchas veces nos empeñamos en esperar que las cosas cambien y mientras tanto, nosotros seguimos actuando de la misma forma cuando debería ser al contrario, si algo no funciona o nos surge algún problema, es nuestra actitud la que tenemos que cambiar. Pienso que si hay algo en nuestra vida que no funciona, no debemos esperar a que esa situación pase o a que nuestro entorno la cambie, sino que debemos pararnos a pensar en qué es lo que estamos haciendo mal para que las cosas no vayan como a nosotros nos gustaría, pues en la mayoría de los casos es todo cuestión de la disposición que mostremos ante tales “obstáculos”.
Esto en cuanto a nivel individual. Y en cuanto a nivel colectivo, tres cuartos de lo mismo, si todos colaboramos y nos apoyamos mutuamente es más fácil que desentendernos del tema, como si no fuera con nosotros y pensar que “ya vendrá alguien a arreglarlo”. La solución está en nosotros mismos, no hay que buscarla muy lejos.
Creo que las cosas no funcionan así. Hay que pelear y luchar por conseguir tus objetivos, tus sueños, y eso es algo que no nos van a dar hecho y que muchas veces nos costará mucho trabajo, pero no hay que desanimarse, sino seguir intentándolo, pues todo trabajo obtiene al final su recompensa y tener en cuenta que en muchas ocasiones “La experiencia es lo que obtienes cuando no obtienes lo que quieres”.
Un científico, que vivía preocupado con los problemas del mundo, estaba resuelto a encontrar los medios para aminorarlos. Pasaba días en su laboratorio en busca de respuestas para sus dudas. Cierto día, su hijo de 7 años invadió su santuario dispuesto a ayudarlo a trabajar. El científico, nervioso por la interrupción, le pidió al niño que fuese a jugar a otro lado. Viendo que era imposible sacarlo de allí, el padre pensó en algo que pudiese darle con el objetivo de distraer su atención. De repente se encontró con una revista, en donde había un mapa con el mundo, ¡justo lo que necesitaba!. Con unas tijeras recortó el mapa en varios pedazos y junto con un rollo de cinta adhesiva se lo entregó a su hijo, diciendo:
- Como te gustan los rompecabezas te voy a dar el mundo todo roto para que lo repares sin ayuda de nadie.
Calculó que al pequeño le llevaría 10 días recomponer el mapa, pero no fue así. Pasadas algunas horas escuchó la voz del niño que lo llamaba:
- ¡Papá, papá!, ya lo hice todo. ¡Conseguí terminarlo!.
Al principio el padre no creyó al niño. Pensó que sería imposible que, a su edad hubiera conseguido recomponer un mapa que jamás había visto antes. Desconfiado, el científico levantó la vista de sus anotaciones con la certeza de que vería el trabajo digno de un niño. Pero para su sorpresa, el mapa estaba completo. Todos los pedazos habían sido colocados en sus debidos lugares.
¿Cómo era posible? ¿Cómo el niño había sido capaz? De esta manera, el padre preguntó con asombro a su hijo:
- Hijo, tú no sabías como era el mundo, ¿cómo lo has hecho?
- Papá, yo no sabía como era el mundo, pero cuando sacaste el mapa de la revista para recortarlo, vi que del otro lado estaba la figura de un hombre. Así que le di la vuelta a los recortes y comencé a recomponer al hombre, que sí sabía como era.
“Cuando conseguí arreglar al hombre, di la vuelta a la hoja y vi que había arreglado el mundo”.
Hoy, en mi baúl personal de los recuerdos, he encontrado un escrito de Pablo Neruda que me leyó mi abuelo hace unos cuantos años y que me gustó mucho. Así que me ha apetecido compartirlo aquí con vosotros. Espero que os guste.
Queda prohibido llorar sin aprender,
levantarte un día sin saber qué hacer,
tener miedo a tus recuerdos.
Queda prohibido no sonreir a los problemas,
no luchar por lo que quieres,
abandonarlo todo por miedo,
no convertir en realidad tus sueños.
Queda prohibido no demostrar tu amor,
hacer que alguien pague tus dudas y mal humor.
Queda prohibido dejar a tus amigos,
no intentar comprender lo que vivieron juntos,
llamarles sólo cuando los necesitas.
Queda prohibido no intentar comprender a las personas,
pensar que sus vidas valen menos que la tuya,
no saber que cada uno tiene su camino y su dicha.
Queda prohibido no buscar tu felicidad,
no vivir tu vida con una actitud positiva,
no pensar en que podemos ser mejores,
no sentir que sin ti, este mundo no sería igual.
No sé por qué siempre estamos posponiéndolo todo, pero si tuviera que adivinarlo diría que tiene mucho que ver con el miedo; el miedo al fracaso, el miedo al dolor, el miedo al rechazo. A veces es miedo a tomar una decisión porque… ¿Y si te equivocas y cometes un error sin solución?
Sea lo que sea lo que nos da miedo, una cosa es cierta: Cuando el dolor de no hacer algo es más insoportable que el miedo a hacerlo, es como si cargáramos con una pesada carga. Quien duda está perdido.
No podemos fingir que no nos lo dijeron. Todos hemos oído los proverbios, a los filósofos, a nuestros abuelos advirtiéndonos sobre el tiempo perdido. Hemos oído a los poetas malditos instándonos a vivir el momento. Aunque, a veces, debemos escucharnos a nosotros mismos. Debemos cometer nuestros propios errores. Debemos aprender nuestras propias lecciones. Debemos dejar las posibilidades de hoy bajo la alfombra del mañana hasta que no podamos más, hasta que comprendamos por fin que es mejor saber que preguntarse, que despertar es mejor que dormir, y que fracasar y cometer un error enorme es mucho mejor que no haberlo intentado.